La Tragedia
Estábamos en pleno descenso, cuando a la altura del paraje “las sirenas” el chofer o conductor dijo, en forma desgarradora que, no tenia frenos, estábamos todavía descendiendo la cuesta, entonces el Padre Ibáñez, que viajaba detrás del conductor; - aquí no le pude escuchar bien- que no tenia o que no funcionaban y el ómnibus tomo mucha velocidad (se alzo). Yo me puse de pie – ya que iba sentado del lado del pasillo- para quitarle el volante al conductor e incrustar al vehiculo contra el cerro, pero venia una curva precisamente del lado en que se podía realizar la maniobra. Ya estaba oscuro y era de noche. Realizar la maniobra igual el ómnibus volcaba y al abismo. Me di cuenta que la tragedia se avecinaba. El ómnibus cayo al vacío y lo único que atine a decirle a mi señora antes de caer fue; “sujétate fuerte” y caímos al abismo. ¡Que se yo cuantos metros! El ómnibus entro o cayó al vacío de punta y por el peso que tenía y llevaba, golpeo contra una saliente del cerro y creo que allí fue donde se partió, cayendo el chasis por un lado y la carrocería superior por el otro. En ese momento nos desparramo a todos.
La mayoría murió instantáneamente, pues aquello fue terrible y otros murieron desangrados por la caída en el abismo. Y la falta de auxilio inmediato.
Se salvaron de morir cinco, de los 36, o sea que murieron 31 personas que al final daré sus nombres. Entre los que sobrevivieron en la tragedia figuran: Acosta, el conductor, la señora de Martínez, madre de Charrito robertito, las hermanas Meriles, que perdieron a su padres y el que escribe (Pedro Isola) ¿Por qué estamos vivos? Solo Dios sabe por que
Después de la caída me desmaye unos minutos. Luego volví en mi, busque a mi señora palpando los cuerpos para identificarlo por la ropa y lo que llevara puesto. Estaba muy oscuro, no se veía nada.
Como dije anteriormente, a mi señora la identifique por lo que llevaba puesto, le toque el pulso, me di cuenta que no había nada que hacer. Empecé a tocar cuerpos, arrastrándome, porque no podía ponerme de pie, me caía.
Toque un cuerpo inerte por supuesto, palpándolo por el pecho y subiéndole la mano a la cara y al llegar a la frente, palpe que estaba abierta la cabeza y los cesos no estaban. A partir de allí, no quise seguir palpando. Fue entonces que paso un vehiculo por la ruta, bajando la cuesta, que me aprecio altísima. Caía un poco de agua por la pequeñísima cascada que fue la que me oriento luego para subir y pedir auxilio. La señora de Martínez ya había descubierto que su hijita estaba muerta y lloraba desconsoladamente sin poder moverse porque estaba descaderada. Ella me alentó a que subiera a pedir auxilio. Allí fue que a pesar de la oscuridad supe que no estaba solo.
Le dije a la señora que no podía ponerme de pie, pero arrastrándome y siguiendo el curso del agua llegaría, pues hacia su ruidito al caer. Al Empezar a subir sentí que algo me colgaba de la oreja derecha y me golpeaba parte del cuello y la cara, era que estaba casi totalmente escalpelazo pues con la mano derecha me tocaba “la calavera” del cráneo. Me dolía mucho el pecho. El esternón se había fracturado. Perdí mucha sangre. En la pierna derecha tenia dos profundas heridas que podía haberse ido por allí la vida. Vuelvo a repetir, estoy vivo, porque solo Dios sabe.
Así todo maltrecho, empecé a escalar con las rodillas, manos y codos, siguiendo la caída del agua, que fue la que me oriento, puesto que tenia que caer en forma perpendicular. Antes de subir, ya que consideraba que estaba jugado, empecé a rezar y dije en voz alta para que me oyeran todos los que estaban vivos, que los que no podían rezar, que me siguieran con la mente, pues mientras yo pudiera iba a rezar fuerte y me prepare a “bien morir” y a pedir auxilio. Empecé a subir como dije anteriormente con rodillas, manos y codos.
Era realmente muy alto para llegar al camino por donde pasaba gente para que nos auxilie. Empecé a escalar, perdiendo los zapatos, el pecho me dolía mucho y seguí perdiendo sangre. Antes de continuar y al darme cuenta que estaba escalpelazo, tome un pañuelo limpio que siempre llevo de repuesto y me tape la cabeza, luego encontré, al tanteo por supuesto, una gorra, vaya a saber de quien y me la puse sobre el pañuelo para así evitar la abundante perdida de sangre.
A mediados de la escalada calculo yo, sentí que la cabeza empezó a zumbarme yo pensé que era la muerte, pero como mi cabeza funcionaba bien, pensé que, si no era la muerte y me caía de esa altura me mataba, por lo que como pude me di vuelta para apoyarme de espaldas en el cerro. Al darme vuelta, encontré justo a la altura de las nalgas, una pequeña saliente donde quede sentado y me recosté contra el cerro perdiendo el conocimiento. Me desmaye. ¿Cuanto tiempo? no se. Al volver en mi, seguí escalando y antes de llegar al camino volví a desmayarme, e hice lo mismo que anteriormente. Seguí y al llegar a la ruta y comprobar que estaba en ella, me desmaye de nuevo. Seguí perdiendo sangre.
Me instale en el camino, sentado entre el mismo y el cerro a la espera que alguien pase para que nos traiga auxilio. Pasaron 5 coches todos bajando la cuesta, pero ninguno paro (era la fea época de las guerrillas) yo seguía perdiendo sangre, por las puntas del pañuelo que tenia en la cabeza goteaba permanentemente. Empezó a hacer frío y el viento helado golpeaba la montaña muy fuerte. Y me acurruque para sentir menos frío, llego un momento que no podía respirar por el aire frío.
Estábamos en plena Novena del Milagro. Aquí debo confesar que sucedió un milagro. El viento frío golpeaba, como dije anteriormente en la montaña y a mi me tenia muy a mal traer. La vida se escapaba en cada gota de sangre que perdía. Estaba en el camino tratando de que alguien me prestara auxilio, pero nadie lo hacia y el viento frío me calaba. Ya no podía más. Fue entonces que le pedí al Señor y a la Virgen del Milagro con tanto fervor y fe; que no me auxiliara nadie pero que pare el viento. Y el viento paro instantáneamente. Lo que me permitió seguir respirando, porque ya no podía más.