viernes, 15 de abril de 2011
Hombre del huerto y del calvario
Domingo de Ramos: relato de la pasión
Comenzamos a seguir a Jesús, el camino del calvario, el camino de la Pasión.
Los evangelistas nos lo presentaban muchos días atrás:
El Cristo de Belén: En un pequeño establo, amado por María y Custodiado por José. Es fácil conmovernos ante tanta ternura, incluso nos acercamos y lo contemplamos muy de cerca.
El Cristo de los Milagros: Curando a un ciego, devolviendo la vida a lázaro, también conocemos y encontramos situaciones en las que Jesús sana enfermos de toda clase de dolencias, multiplica el pan, cambian el agua en vino, el Cristo que calma la tempestad.
El Cristo Maestro, amigo de los Niños: Encontramos a Jesús que nos enseña las bienaventuranzas, nos regala parábolas, enseña en la sinagogas, juega con los Niños.
El Cristo de la Transfiguración: “Y se transfiguró ante ellos. Su rostro brilló como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve” (M. 17, 2). Y también nosotros como los tres apóstoles privilegiados, queremos plantar las tiendas y no descender más de aquella montaña de luz.
Que fácil se nos hace acercarnos en estos momentos.
Hoy nos lo presenta San Mateo como el hombre del huerto de los olivos como el hombre del Calvario.
Preguntémonos: ¿estamos realmente dispuestos a seguir a este Cristo?
El Hombre del huerto de los olivos
Jesús estaba en el huerto de los olivos y comenzó a sentir tristeza y angustia. Les dijo: "Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad conmigo”
Un Jesús irreconocible. Él, que daba órdenes a los vientos y a los mares y le obedecían, el que devolvía la vista a los ciegos, la vida a Lázaro, ahora es presa de la tristeza y la angustia.
El filósofo Pascal dijo: “Cristo está en agonía, en el huerto de los olivos, hasta el fin del mundo. No hay que dejarle solo en todo este tiempo”
Agoniza allí donde haya un ser humano que lucha con la tristeza, el pavor, la angustia, en una situación sin salida como Él aquel día. No podemos hacer nada por el Jesús agonizante de entonces, pero podemos hacer algo por el Jesús que agoniza hoy. Oímos a diario tragedias que se consuman, a veces en nuestro propio vecindario, en la puerta de enfrente, sin que nadie se percate de nada. ¡Cuántos huertos de los olivos, cuántos Getsemaní en el corazón de nuestras familias! No dejemos solos a los que están dentro.
Pregunto de nuevo y me pregunto ¿estamos, estoy realmente dispuestos a seguir a este Cristo?
Miremos a Pedro, se duerme... mientras Jesús oraba al Padre. También lo encontramos que en la noche de Getsemaní, estaba junto al brasero donde calentaba sus manos, así lo cuenta el evangelista, había allí una sierva petulante que mira todo: “También tú estabas con Jesús Nazareno”… Y la respuesta acompañada con juramento: “…no conozco a ese hombre”… Pedro niega a Jesús. Pedro que había salido animoso del Tabor de la transfiguración, hasta inclusos quería plantar 3 carpas, ahora en el incómodo “camino de la cruz”, sus piernas se doblaron.
El hombre sucumbe fácilmente a la tentación de mirar a otro lado, basta mirar a una sociedad que niega la vida, niega la vida por miedo, por temor, sobre todo los hombres que abandonan y dejan solo a las madres con sus hijos, y por lo tanto muchas veces por culpa de esa falta de responsabilidad del varón, el no querer hacerse cargo, como se dice, lleva a la desesperación de la Madre, a la muerte de un inocente, al aborto.
También podemos pensar en una persona que niega el trabajo del otro y por lo tanto le niega un salario digno, una sociedad que no se juega por Cristo y ante lo injusto sucumbe al poder de turno.
Existe muchos fieles que niegan la Santa Madre Iglesia, la miran, la acusan de castrante, fuera de época, pero es en la Iglesia donde nos nutrimos de la palabra de Dios y su Santo Cuerpo en la Eucaristía, es en la Iglesia en ámbito donde el hombre puede descubrir su verdadera dignidad, su verdadera libertad.
El hombre no se la juega por Cristo, porque en el fondo tal vez no lo conoce y no lo conoce porque todavía no descubrió que rezar, orar, es un dialogo con aquel que es sencillamente amor, ese mismo amor vive y tiene su trono en el huerto del corazón del hombre. Desde allí AMA. No hay distancias.
El Hombre del Calvario
Toda la vida de Cristo está orientada hacia el Calvario. Pero el camino de la Cruz, el camino de la Muerte desemboca en la Vida.
Jesús es el hombre que conoce el sufrimiento. El hombre de los dolores, “…tan desfigurado estaba Su semblante que no tenía ya aspecto de hombre (Ib. 52, 14).
Hoy está de moda y se suele hablar de los marginados, los hay y muchos, pero Dios es también hoy un marginado, marginado de la vida de la mayoría de los hombres.
Decíamos que Jesús esta en el huerto de los olivos hasta el fin del mundo.
Igualmente aquí hay que decir: “Jesús está en la cruz hasta el fin del mundo”. Lo está en todas las familias que sufren. Está clavado a la cruz en los enfermos graves. Los clavos que le tienen aún cosido a la cruz son las injusticias que se cometen con los niños.
Preguntémonos: ¿estamos realmente dispuestos a seguir a este Cristo?
Jesús es el inocente que nos salva, el carga todos nuestros pecados y nos redime, en el estamos llamados a descubrir a muchos otros inocentes, es el misterio del inocente que salva a todos
Que en esta semana santa sea una ocasión de sentir la cercanía de Jesús el redentor, el inocente, el Amor en Cruz.
Pongamos delante del Señor aquellos momentos vividos que nos cuesta aceptar y enfrentar, aquellas personas que nos cuesta perdonar, por miedo, por temor a ser Amado y Amar, pongamos todas nuestras búsquedas y proyectos, decía Santa Teresita "la confianza es capaz de vencer a Dios" como nos cuesta confiar ¿verdad? no es fácil… esta semana santa es una hermosa oportunidad. Padre en tus manos encomiendo mi Espíritu.