El día anterior a la fiesta de la Pascua, habiendo celebrado ya la última cena con los discípulos, y próximo ya el tiempo de mí transito de este mundo al Padre, saliendo con los once fui al Monte de los Olivos. Entrando en agonía, orando intensamente y comprendiendo que ya me eran cosa inminente tan crueles géneros de suplicios, entonces mi sudor se hizo como gotas de sangre que caían en tierra. Apenas serian creíbles para cualquier hombre viviente bajo el cielo, las angustias y presiones vehementes y terribles de la muerte, sentidas por una naturaleza delicada en la presencia horrenda de ese paso. Después vinieron hostilmente los hijos de las tinieblas, quines me aprisionaron despiadadamente, me ligaron con crueldad llevándome a la ciudad. En aquella noche manos sacrílegas se abatieron sobre mí en diversos géneros de suplicios, y saciándose con mis penas, me llenaron de ludibrios y azotes, de injurias y oprobios. Escupieron torpemente mi rostro amable, velaron mis ojos y golpeaban mi cuello burlándose. Una vez que amaneció, al confesar yo la verdad en el atrio de Caifás, clamaron que era reo de muerte.
Se dolió de mi con su corazón materno aquella que me engendro, y lloro con lagrimas irremediables… (Tob 10,4) al verme en medio de tantos oprobios y angustias.
“Reloj de la Sabiduría – Beato Enrique Suso O.P. ”