Con
mucha frecuencia padecemos acontecimientos que no acertamos a explicarnos...
Cuando todo estaba bien listo, cuando teníamos al alcance de la mano los
elementos apropiados para no sé qué obra o trabajo, perdemos los instrumentos o
la ocasión y nos quedamos perplejos en la mitad del camino...
Entonces
sufrimos porque, tal vez, nos sentimos "muy pequeños", porque no
podemos realizar lo que nos proponíamos o aguardábamos. Y repetimos, con mucho
fastidio: -si faltan los medios ¿qué puedo yo hacer?
Claro
que esto ocurre en unos ambientes donde se estima solamente el
"esfuerzo" o la "acción", donde sólo cuenta el "qué
hemos de hacer"...
Nos
proponemos ir más allá. El valor no está donde sospechamos o donde nos dicen
que se encuentra... O donde las "presiones" ahogan en tantos
sentidos. No, no es allí... Elevemos pues la mirada.
Se
narra de un religioso que esperaba convertirse en un gran predicador y teólogo,
y que poseía condiciones y entusiasmo para ello... Pero la salud no se lo
permitió y debió permanacer orante en un lugar solitario sin otra cosa... Y dio
este testimonio de si mismo: -Temblé conmovido cuando vi el lugar donde
posiblemente pasaría el resto de mi vida, pero me llené de alegría cuando me
dije: "tú querías convertirte en un gran predicador, pero el Buen Dios te
quiere un santo."
¿Qué es
entonces ser santo? ¿Te has aceptado en verdad? ¿Te has dispuesto a descubrir
tu secreto en el Secreto de Dios?
No
pierdas el tiempo buscando lo que no encuentras, buscando siempre lo mismo...
¡Arrójate en el mismo Misterio que vives y goza con y en el don de Dios.
Alberto E. Justo - flordelyermo.blogspot.com.ar