domingo, 16 de octubre de 2011

sabio silencio


Las cosas grandes de Dios no suponen mucho hablar. San Juan de la Cruz nos dice: “en el momento del nacimiento Dios se quedo mudo”, antes había hablado por medio de los profetas, ahora el que habla, el que tiene la palabra, es su propio Hijo, Jesús es la revelación definitiva, en El está la manifestación completa del Padre, es el amor en extremo. Es por eso que en la Transfiguración el Padre nos dice:
“este es mi Hijo amado, en quien tengo puesta mi complacencia, escúchenlo. Mt 17, 5”

El Padre guarda silencio… que misterio ¿y nosotros?

Nuestra época es poca amiga del silencio, es más bien amiga de las muchas palabras. No estoy diciendo que no nos comuniquemos al contrario el requisito para una buena comunicación es el silencio. Cuando uno se acostumbra a recibir muchas palabras, pierde la palabra su sentido, pierde la posibilidad de recibir los grandes mensajes.
Repetimos tantas cosas, escuchamos tan distintos maestros, se abunda en palabras y nos quedamos vacíos. Es importante saber guardar silencio para encontrarnos con los demás en la casa, para hablar en el corazón del matrimonio y de la familia, de nuestros amigos, para bucear en las profundidades… Es importante guardar silencio. Nos repetía tantas veces el querido Padre Justo “Es en el silencio donde se gesta la palabra” Dice el evangelista “Al principio existía la palabra Jn 1,1” y no el caos.

En la Santa Misa por ejemplo hay muchos momentos de silencio; el de la introducción al acto penitencial. Se sugiere también el silencio después de la homilía, y la Plegaria Eucarística se acompaña con el silencio. Durante la elevación se debe guardar silencio la Jaculatoria: “Señor mío y Dios mío” no corresponde, que sea dicha en voz alta porque debe dominar el silencio, como domina el silencio las grandes cosas de Dios. También después de la comunión, estamos invitados al silencio.

¿Por qué? ¿Qué es esto de guardar silencio? El silencio permite que nos vaciemos de nosotros mismo, el silencio no tiene que ver con la ausencia de ruido, sino con el silencio de corazón. Por ejemplo: una habitación con muchos muebles y personas, no permite el eco. El silencio nos permite escuchar, sentir… algo resuena en el corazón… algo me está diciendo Dios. El silencio nos permite escuchar y hasta incluso nos permite ver.

¿Por qué tenemos que opinar de todo? Terminamos siendo frívolos y superficiales. Tenemos que callar para que hablen las cosas.

En el año de la Sagrada Familia arrimémonos al silencio de la Navidad, Dios viene cuando todo duerme. Contemplemos a María, ella es la mujer que calla. En el Evangelio solo tiene una palabra para dirigirse a Dios, en el Magnificat y una palabra para dirigirse a nosotros: “Hagan lo que Jesús les diga”. El Evangelio de Lucas nos dice que “ella meditaba lo que vivía en su corazón”
Pienso en tanta gente que es capaz de guardar silencio y madurar el dolor de una familia.

Por ejemplo las Madres: a veces los hijos somos rebeldes, nos quejamos demasiado, somos desconsiderados, les queremos enseñar incluso… y ellas guardan silencio y nos esperan… esperan que crezcamos y después nos damos cuenta de que son muy sabias.

Hoy quiero agradecer a mi Mama por ayudarme a madurar la vida en el silencio, que me permite escuchar vaciarme de mi mismo, escuchar a Dios, escuchar a los demás y escucharme. El silencio habla, perdona, canta, interpela, irradia. Es necesario guardar silencio, como antesala para escuchar una Orquesta, el silencio es la antesala que nos permite escuchar la sinfónica de la vida, sus acordes, los ritmos y melodías.

Tenemos que recuperar el valor sapiencial del silencio. A todas las Madres Feliz Día!

Feliz día Ma, ya nos estaremos viendo, queriéndote mucho.

¡Donde hay un hogar, hay una Madre!