miércoles, 9 de enero de 2013

manifestación de Dios




Es el Padre junto con el Espíritu Santo los que nos revelan a Jesús, el Mesías.

En el prologo del Evangelio de Juan, aprendemos que el verbo se hizo carne para conducirnos a la comunión con Dios, Juan fue enviado para preparar a la gente para recibir el verbo encarnado que se manifiesta como un amable cordero. La Misión de todos los profetas era despertar al pueblo a la llegada del Mesías, preparar sus corazones para recibirlo, llamarlos a ser fieles a Dios y a las leyes de Dios, alentarlos a ser compasivos con los débiles y pobres y prevenir que caigan en idolatría

Que hermosa humildad, que transparencia. Si  todos pudiéramos ser así. No señalándonos a nosotros mismos y a nuestro propio poder espiritual, sino señalando a Jesús. El testigo solo puede serlo si es humilde…

“…También fue bautizado Jesús, mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió como una paloma… y se oyó una voz que decía: tu eres mi hijo muy querido en quien tengo puesto toda mi predilección…”

Somos los hijos amados de Dios, los predilectos, si bien no recordamos nuestro bautismo porque la mayoría era Bebe, podemos volver a escuchar las palabras del Padre, que no dice: ¡Eres mi predilecto! ¡eres mi hijo muy amado! La experiencia de sentirse amado es básica para una personalidad madura, equilibrada y serena, por el contrario el no sentirse acogido, amado y aceptado produce complejos y búsquedas de compensaciones afectivas.



Contemplamos a Jesús en las bodas de Cana. Queridos hermanos las bodas son el signo de un Dios que busca nuestra felicidad, un Dios que se hace fiesta, son signos de las bodas del Cordero. Todos estamos llamados a una maravillosa y sagrada fiesta de bodas, pero para vivir esta celebración las aguas de nuestra humanidad deben ser transformadas en el nuevo vino del divino amor.
Las verdaderas últimas palabras de la Biblia son:

El Espíritu y la Esposa dicen ¡ven! ¡Ven Señor Jesús! ( Apoc  19, 17-20)