Rápidamente podemos decir que es lo "normal". En efecto, esa
contrariedad indefinible que choca una y otra vez, reduciéndonos o
deteniéndonos no sé dónde...
Y sin embargo es infinitamente aprovechable.
Primera respuesta nuestra, y a ejercitarse en ella con esta pregunta:
-¿En qué y cómo puede esto servirme o favorecer mi vida espiritual?
Pongamos por caso que suena el timbre del teléfono o el de la calle. Es
necesario entonces no precipitarse en ningún sentido, sino tomar
conciencia de que suena esa campanilla (molesta o no) y nada más. Hay
una saludable distancia que puede fructificar en una congrua
preparación para evitar la sorpresa... Llama el teléfono, pero no tiene
tanta importancia. Puede aguardar un tanto... lo que sea. Hay cosas
mayores y no tengo por qué pensar en ningún problema. Claro que
evitando el apresuramiento alejo el volumen de una posible alternativa
antipática o dañina...
Esa solicitud mecánica no tiene inicialmente ningún rostro. No es
cuestión de atribuirle gratuitamente ninguno. Y, si en cambio tuviera
una feroz máscara, de aquellas que siembran pavor o amenazan
infortunios, una vez más: siempre hay algo mayor que oponer a esa
desgracia y que acabará por vencerla. Como el águila volemos alto y
contemplemos desde arriba. Es para nuestro bien y para el bien de
todos. Es preciso ir más allá siempre... No pertenezco a las rabias de
los ansiosos... Las cuestiones son muy pequeñas. ¡Ah, paradoja! por eso
dañan tanto.
El sufrimiento que aprieta nos empuja hacia arriba cuando, en efecto, hemos aprendido a sonreír. ¡Y a compadecer!
Para ello es preciso desprenderse, soltar amarras y no pretender poderes, que eso es totalmente necio...
Deja que el agua corra en paz y presta atención a su melodía. Acepta lo
más bello y descubre en tu alma todos los secretos. No te conmoviera
jamás esa pieza maestra de música si no la llevaras, si no la tuvieras
tú mismo en tu interior.
Y no te apabullen las circunstancias. Si en conciencia te toca
defenderte... ¡defiéndete! Si es lo propio: resiste. Y nada más. Porque
el Señor quiere participarte Su Gozo.Vive pues en Él, tú que de Él todo
lo esperas...
Alberto E. Justo