miércoles, 25 de mayo de 2011

Augurios


(les comparto esta carta)

Querido Juan Pablo

Se está acercando a pasos gigantes el gran momento en el cual abres una etapa nueva y “tremendamente” importante de tu vida, que transformará por de completo tu estilo de vida, tu marco en el cual te moverás.

No sabes la alegría que probé, escuchándote tan feliz, y más aún, invitándome a participar desde cerca este momento. Todo está listo, todo preparado… hasta me compré una camisa nueva, con corbata y todo, para estar a la altura del momento y… ayer el médico me prohibió de viajar. Me parecía que se me parara el corazón por el dolor: tanto había esperado este momento, anhelado volver a verte, a ver tu familia… y ahora eso? Pero el médico era categórico: ya que la semana pasada el nervio ciático se me había inflamado tremendamente, hasta a no poder más caminar, y solo después de una semana de inyecciones cada día, de a poco logro a moverme nuevamente, el médico teme que un viaje tan largo casi con certeza causaría una nueva recaída, y esta vez sería peor.
Me pregunté el porqué de esto! Son estos momentos, en los cuales uno tiene que cargar con su cruz, y aceptarla… aun si tiene la impresión de que es demasiado pesada.

Quisiera decirte, que tomo ese dolor, transformándolo en amor, como mi moneda a pagar para este casamiento tuyo! Pido a Dios, para que Él te regale con ese momento un inicio luminoso, profundo, encantador de esta nueva etapa de tu vida. Yo ofrezco, rezo, por todo lo que vos en este momento pides, y para que te vuelvas feliz, profundamente feliz!

Pero igualmente no quisiera faltar en estarte/les cerca en ese momento tan decisivo por sus vidas! Y aun que podré estar presente “solamente” con el corazón, estaré ahí, cerca de vos, para celebrar tu amor y festejar este acontecimiento tan especial!

Poner en palabras lo que uno quisiera expresar parece siempre imposible y no logra a comunicar todo lo que uno quisiera decir, pero bueno, somos hombres, y por lo pronto siempre será así: por eso, en primer lugar quisiera hacerte desde ya mis augurios, de todo corazón, por ese nuevo y decisivo paso que estás dando en tu vida.

En efecto, es un cambio substancial que das: de una vida individual estás pasando a una vida comunitaria, quiere decir, con la esposa tuya… el uno por el otro, en los buenas y en las malas. ¡Que desafío! Pero solo el amor verdadero es capaz de comprometerse de esta forma, de estar dispuesto de jugar la propia libertad tan protegida. De hecho, el hombre a menudo tiende a buscar un camino más fácil, aquel que cuesta menos. Mientras que ustedes se comprometen, de mantenerse fieles a su sí, aun en los momentos, en los cuales la fidelidad costará. En efecto, la cruz nunca les faltará en su convivencia: la cruz que a menudo se presentará bajo el rostro de malentendidos, de egoísmo, de poca paciencia, de poca misericordia, de diferencia de comprensión y apreciación.

Solo aquel amor que San Pablo describe en su primera carta a los Corintios, capítulo 13, me parece que puede ser la llave para poder quedarse fieles a aquella promesa que se darán el uno al otro: tener el uno por el otro aquel amor siempre renovado, que tiene la capacidad de ver al otro con ojos siempre nuevos, con misericordia, que sabe esperar, permitir al otro de tener sus tiempos, que le permite de recomenzar cuando ha metido la pata. Aquel amor que nunca presiona, que siempre busca el positivo en el otro.

Querido Juan Pablo! Simplemente quisiera desde ya ponerme – aun que fuera el último – en la fila seguramente muy, muy larga de todos aquellos que quisieran decirles: felicitaciones y augurios por un futuro lleno de luz, de esperanza y por sobretodo de caridad mutua.