Nuevas
sendas en la montaña, el atardecer va corriendo sus cortinas y en el cielo
empieza a dibujarse las estrellas. Llega la noche, Señor la noche es testigo de
innumerables sucesos…
Es
testigo de la creación; Al principio creo Dios los cielos y tierra. Los abismos
cubrían la tierra, mientras el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. Y
dijo Dios, que exista la luz… y separo a la luz y llamo día y a las tinieblas
noche.
Como la
noche en que le hablaste a Abraham y lo constituiste Padre de muchos “levanta
la mirada al cielos y cuenta si puedes las estrellas”
Como la
noche en que sacaste de Egipto a nuestros Padres, los hijos de Israel y lo
hiciste pasar milagrosamente por el mar rojo
Así
como la noche de la
Anunciación; “la sombra del Altísimo te cubrirá”
Como la
noche suave y gozosa en Belén “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a
los hombre de buena voluntad”
Como la
noche del Cenáculo en la última Cena donde lavaste los pies a tus apóstoles y
sellaste con Tu Cuerpo y Sangre la nueva Alianza.
Como la
noche de Gloria y Resurrección, madre de todas las vigilas, “era de madruga…”
Esta
noche seré testigo de tu obra de Señor.
Sebastian paradójicamente
te conocí una noche en la jornada de oración por las vocaciones. Pero
también en la noche de luto por el fallecimiento de tu Mamá y un tiempo después
tú hermana… es muy doloroso… es un misterio…
En el
caminar me atrevo a decir que hubo; noches de dudas, desesperación, miedos,
soledad, noche… también estuvieron las noches que abrigaron esperanza, vida,
renovación, gozo.
Creo
que el sufrimiento en cualquiera de las formas te ponen ante una situación de
pregunta, en la que surge la conciencia de que hay otro que me escucha, al que
busco, al que le pregunto ¿por qué? ¿Quién eres? y al que pido que me ayude.
Bien reza el salmo de tu tarjeta recordatorio de tu ordenación Diaconal:
“tu
cambiaste mi luto en danza, me quitaste el sayal y me vestiste de fiesta, para
que mi corazón te cante sin cesar. ¡Señor, te daré gracias por siempre!” Salmo
30, 12-13
Soy
testigo que tu vida se fue transformando en una entrega sin mezquindades, con
un corazón siempre dispuesto a escuchar a Dios y a sus inspiraciones. Supiste
caminar y abrazar tu vocación que no te pertenece porque es don gratuito de
Dios.
Ha
llegado la hora. Paso el
tiempo has crecido, por mucho que aun falte, mas aun lo que falta por aprender
lo debes aprenderlo fuera del seminario, como reza el dicho popular, “la
formación es para siempre, pero la casa de formación no”. El Seminario te abre
sus puertas no para recibirte como en la primera vez, sino para decirte que ya
ha llegado la hora de partir… y tienes que abandonarlo y avanzar, así como has
tenido el coraje para entrar y seguir adelante a pesar de todo… ahora debes
salir no solo físicamente sino con todo el corazón.
Ha
llegado la hora, es el momento para lo cual te formaste desde siempre, es hora
de entregarte a tu comunidad en medio de sus problemas conviviendo con sus
dolores y alegrías. Ya no mas parciales, ni trabajos pacticos, tampoco visitas
acortadas (de 5 a
6 si no mal recuerdo). Ahora la vida, la gente y Jesús habitando con vos de la
mano de María Santísima y San José, pero quizás es menos romántico que lo que
parece, ahora tienes otras urgencias y otros horarios, otros timbres que sonaran
mucho más seguido que los timbres que suenan en el seminario. Ahora vienen las
cercanías con tus Párrocos, y más de una vez extrañaras el más difícil
formador.
Tengo
la obligación de decirte que tendrás fracasos más duros que un aplazo, que
serás muchas veces desafiado en tu entrega, muchos despreciaran tu amor.
Estarás cansado y alguien te pedirá
ayuda, harás el bien y alguien te calumniara, te formaras lo mejor por
amor a la comunidad pero para muchos tus proyectos serán ridículos, sin
descontar que también te equivocaras y que los demás muchas veces tendrán razón
en criticarte, que también experimentaras la tentación del autoritarismo del
poder, de la comodidad, del sexo y del dinero y tal vez sucumbas algunas veces.
Debes
tener el coraje para pararte cuando hayas fallado, a seguir amando a tu
comunidad cuando te rechace, a ser capaz de presentarte humilde y arrepentido.
Que
cabe retener de lo que viviste, muchas cosas… pero sostenida de otra manera, la
compañía de tu familia, amigos y de tus pares. El amor Familiar que une los
corazones para seguir adelante a pesar del dolor. La cercanía de tus amigos.
Pero todo transformado a favor de la Iglesia. La capacidad de consejo, del habla y de
la escucha, ya no porque eso depende la permanencia en el seminario sino para
transparentar tu decisión de seguir a Cristo. La lectura y la formación
permanente, ya no porque los parciales urgen, sino porque lo haces por amor a
los hombres y a Dios.
La
alegría de tu familia cuando en la vida profeta empieces a conocer las
dificultades y decepciones por la evangelización de los hombre y de la misma
realidad.
La
oración profunda, porque no hay sacerdocio sin encuentro, no hay misión sin
encuentro con el Dios con nosotros. “Y Dios se hizo carne y habito entre nosotros”.
La oración confiada y silenciosa de tu Madre, Ella amaba profundamente a María
en la advocación de la
Auxiliadora de los cristianos “hagan lo que Jesús les diga”
El servicio de tu hermana. Todo transformado para el bien de los hombres y de la Santa Iglesia
Me
atrevería a decirte que es lo que tienes que retener de mi amistad. Nada. Lo
único que puedo decirte; ve directamente a Dios.
Que
podría decir yo: solo soy un testigo que esta muy agradecido por tal providente amistad;
“¡tengo
un hermano-amigo Santo!”
“tu cambiaste mi luto en danza, me quitaste el sayal y me vestiste de fiesta, para que mi corazón te cante sin cesar. ¡Señor, te daré gracias por siempre!” Salmo 30, 12-13
Muy querido Seba, parte con paz y alegría, la oración
y el amor de tu familia y amigos, la oración y el amor te acompañaran siempre.
-Dedicado
para mi amigo, hermano, Apóstol de Jesucristo, el Padre Diacono Sebastian y para Fray Alberto “el Perro” que hace poco me llego la invitación de su Profesión Solemne de entrega total a Dios-