En
nuestro caminar en la oración somos enseñados por Jesús. Leyendo un día el
libro del Eclesiástico encontré en las sendas de mi corazón una palabra, una
actitud un poco en desuso, la palabra que campea en el corazón es; Humildad
“Hijo mío realiza tus obras con modestia y serás amado por los que agradan al
Señor, cuanto mas grande seas, mas humilde debes ser, porque el poder del Señor
es grande y El es glorificado por los humildes” me interroga con fuerza... me
desconcierta la brújula... y me cuestiona, donde estoy parado.
Normalmente
tendemos a pensar en nuestro propio proyectos y medimos nuestra felicidad de
acuerdo al logro que nos imaginamos que debemos ser. A veces el ambiente
alimenta esa actitud... se premia al exitoso, al que tiene dones naturales,
belleza física, dinero, poder. Y la ambición que esta en el corazón de
cualquiera de nosotros es alimentada, potenciada, sacada de los causes justos,
desde donde puede desplegarse la vida.
Entonces
todo lo medimos desde el centro que somos nosotros mismos. Nos convertimos en
centro de nosotros mismo y queremos ser el centro para los demás. Alimentamos
actitudes orgullosas que nos llevan a pensar solo en nosotros mismo y a
olvidarnos de los demás, a medir desde la vara de nosotros mismo y a menos
preciar a los demás. Y creemos ser el numero uno o pretendemos serlo y sufrimos
cuando tenemos que enfrentarnos con la verdad... de que no somos “el uno”
porque Dios es la medida de todos.
Dios
nos propone un camino distinto a lo que nosotros llamamos camino humano. La
forma de ser de Dios pone en crisis nuestra forma de ser hombres.
Nosotros
queremos subir, Dios quiere bajar
Nosotros
queremos mirar desde arriba, Dios nos lava los pies, se pone desde abajo
Nosotros
queremos oro, Dios nos ofrece Cruz
La
humildad es la verdad, la verdad de lo que somos. El estilo de Dios es la
humildad, su corazón es manso y humilde.
En
el libro del Eclesiástico nos dice; “no hay remedio para el orgulloso porque
una planta maligna ha echado raíces en el”
Jesús
puede sacar esa mala raíz. Has mi corazón semejante al tuyo. Todos tenemos esa
plantita del orgullo y que muchas veces se hace grande, solo en la medida que
nos ponemos en la sombra del Señor, podemos crecer en humildad, podemos ser más
fraternos.
Verdaderamente
la humildad es escurridiza, porque con tan solo pensar ¡soy humilde! dejo de
serlo...
Cuanto
bien me hace la cercanía de una persona humilde y eso lo experimentamos y lo
experimento en mi familia, mis amigos, que bien que no hace sentir a todos.
(el
estilo de Dios; la humildad - Viernes 5 de Noviembre 2010)
Que
no olvide que tu estilo es la humildad, siendo Dios te hiciste hombre.